martes, 16 de mayo de 2023

¿Tu araguaney o mi araguaney?

 Todos son “Araguaney”, cualquiera es “Araguaney” y ninguno es “Araguaney”

Con este título lo que quiero decir es que el nombre por el que se conoce una planta popularmente, es decir, su nombre vulgar o nombre común, puede ser absolutamente cualquiera. Nadie en el mundo tiene la verdad absoluta sobre el nombre común de una planta por cuanto ese nombre es por el cual se le conoce en su entorno.  

Algunas plantas son muy populares y muy similares, no importa dónde crezcan; otras cambian de forma con el ambiente, a tal punto que los lugareños le colocan nombres diferentes ¡y todos van a estar bien! – es como intentar decir un vocablo en español, en francés, en alemán o en inglés: va a ser diferente y nos vamos a estar refiriendo a lo mismo.

Nombre científco debe haber uno solo en el mundo, y tampoco se tiene la verdad absoluta al respecto; sin embargo, algunos investigadores, los taxónomos, estudian toda su vida para intentar llegar a esa verdad. Algunos grupos son tan complejos que los taxónomos los cambian con cierta frecuencia de un lugar a otro (de un nombre a otro) aparentemente para entenderlos mejor.

El “romero” y la “sábila” son buenos ejemplos de nombres estables y populares: muchísima gente coincide en que son Rosmarinus officinalis  y Aloe vera. Pero eso no excluye que mi sábila se llame diferente porque tiene más espinas, o puntos blancos, o pencas más delgadas (podría ser otra variedad, pero no nos importa mucho pues tiene las mismas propiedades que la que es más gordita, toda verde y menos espinosa).

Pero volvamos a nuestros árboles de flores amarillas. Hace unos años investigué un poquito al respecto pues mi amigo, José Agustín, me decía que su “Araguán” era considerablemente diferente al “Araguaney” y en efecto encontramos al menos dos especies diferentes (como publiqué en twitter en 2019). Hasta hace un tiempo, estas plantas eran del género Tabebuia, ahora, algunas de ellas han pasado a llamarse Handroanthus. A mí, como taxónoma, aún me perturba ese cambio, pero toca aceptarlo si los especialistas lo proponen y lo defienden.

Y la tarea denominada "En busca del 'Araguán' perdido" ha concluido 
(@giovaorsiniv, 2019)


El asunto definitivo es ¿para qué quieres saber el nombre? o ¿cuál es el nombre que quieres? Si voy de paseo, todo eso que vea amarillo en mayo (anque, a veces florecen más temprano o más tarde) le llamaré “Araguaney”; pero tengo otros dos casos: si voy utilizar la madera tengo que hablar con los Ingenieros Forestales, puesto que hay unas cuantas especies de esas que está prohibido cortar (“Acapro”, “Flor amarillo” –para mí: araguaneyes todos); por otra parte, si voy a hacer un un extracto fluido para hacer un análisis fitoquímico que me permita encontrar el compuesto que tiene cierta actividad analgésica, entonces necesito al especialista mundial, mi amiga Lucia Lohmann, por ejemplo, que me identifique la planta.

En Venezuela hay unas 20 especies diferentes de esas que llamábamos Tabebuia, dentro de las cuales está el “Apamate” que aún defiende el viejo nombre. Aquél “Araguán” de mi amigo, que rebautizado por los especialistas, ni siquiera fue visto en vivo por ellos: puro análisis deductivo y molecular.

Las diferencias entre estas especies están a niveles microscópicos, para los cuales no tenemos acceso cotidiano y ninguna de las aplicaciones que identifican en la web va a poder darnos toda la verdad. Si quieres un nombre científico para que se vea elegante tu escrito, elige cualquiera pues –en efecto, puede ser cualquiera… pero con ese error alimentarás las bases de datos virtuales que seguirán arrojando cualquier nombre científico donde debería haber uno solo. También podría ser Roseodendron, por ejemplo, otro de esos nuevos nombres de este complejo grupo.