lunes, 22 de junio de 2015

Una "yuquilla" como ejemplo de "el deber ser" en fitoterapia


Cúrcuma o Yuquilla: Curcuma longa
Mi protagonista de esta semana se puede llamar “yuquilla” pero si colocan este nombre en internet le van a salir varias cosas, y siempre voy a insistir en esto: a la “cúrcuma” (Curcuma longa, pariente del “gengibre”, Zingiber officinale) también la llaman así y a otra, que no conozco mucho, de nombre científico Asclepias curassavica.

Yuquilla: Asclepias curassavica
¿Complicado? SI…!!! Justamente por eso siempre hay que tener a la mano la planta o al menos una foto de ella, preferiblemente con flores, darle este dato a algún botánico junto con su nombre común y procedencia, y luego buscarle el nombre científico para ver realmente qué se le ha estudiado a la planta.  

¿Y por qué la procedencia? pues porque, por ejemplo, la “citronela” de los Andes es el “malojillo” de Miranda y la “paja cedrón” de Bolivia (esto es, en todos los casos Cymbopogon citratus).

Yuquilla: Ruellia tuberosa
Ruellia tuberosafue objeto de la tesis doctoral de mi colega Carlos Ciangherotti, que hasta se ganó el premio anual de la Cámara Venezolana de Medicamentos hace un par de años. A ella la llaman comúnmente, además de yuquilla, raíz de barreto, oreja de ratón, peonilla, escopetilla, explota-plota (debido a que sus frutos son unas pequeñas cápsulas que cuando están lo suficientemente secas, marrones, explotan al ser mojadas – el chiste es mojarla con la boca, y te explota dentro!)…, y bueno, se puede decir que la llaman más o menos de otras treinta maneras (sin exagerar).

Desde el punto de vista tradicional, esta planta tiene muchos usos reportados, pero en esa tesis se demostró la eficacia de su raíz en la protección del daño renal en un modelo de diabetes inducida (el título del artículo científico salió con un error ortográfico, pero debo sobrevivir con eso dada la importancia del mismo).

Debo aclarar que no es que cura la diabetes sino que evita una de las complicaciones más importantes de esta enfermedad (nefropatía o daño renal), y aunque no me gusta dar “recetas”, puedo compartir que se usa de la siguiente manera:

Raiz de Ruellia tuberosa (fuente: Tramil)
Se colocan a hervir unas tres raicillas secas en un litro de agua (decocción o cocimiento) y se toman tres tazas al día.

Cada persona tiene sensibilidad diferente a los compuestos químicos y las plantas tienen muchos!, por esa razón no hay que abusar de la dosis ni tomarla permanentemente.

También es importantísimo tener claro que cada parte de la planta tiene una composición diferente, incluso dependiendo de si está en flor o fruto. Los cultivadores de caña de azúcar, por ejemplo, tienen muy claro que si la planta florece ya no sirve, pues todo el azúcar ‘se va’ para las flores (y se transforma, de manera que ya no se puede extraer). Esto de las plantas y sus partes es tan delicado que, por ejemplo, la raíz del perejil que nos comemos puede ser abortiva.


Como dije en un escrito previo, el uso tradicional de las plantas por comunidades indígenas, tiene una validez indudable toda vez que el conocimiento se ha transmitido de generación en generación sin influencias externas. Pero en la actualidad, con el incremento en las comunicaciones, vialidad e intercambio cultural, tenemos el deber de validar los usos tradicionales urbanos, mediante el análisis profundo de la composición química de la planta, su actividad biológica, su posible toxicidad ¡sin olvidar la correcta identificación de la planta! (y todo esto lleva su tiempo).  En este sentido, recomiendo dar un vistazo periódicamente a la gente TRAMIL quienes tienen una buena galería de plantas cuyo uso ha sido validado científicamente. 

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lunes, 15 de junio de 2015

¿Es "boldo" o no es "boldo"? - el peligro de identificar por internet

El instrumento de plástico con el que algunas personas sorben líquidos se puede llamar pitillo, pajilla, sorbete, popote, etc. dependiendo del lugar donde te encuentres. Para esta definición inofensiva puedes revisar wikipedia y nadie saldrá herido por eso; sin embargo, es conocido que algunas palabras “inocuas” en tu tierra te pueden dejar muy mal parado en otras latitudes. 

El asunto con los nombres comunes de las plantas (y tratar de identificarlas) es portentosamente más complejo, considerando que solo en Venezuela hay registradas más de 20 mil especies, sin contar todas las que traen de afuera para vender en los viveros como ornamentales o en un sobrecito en una maleta pues a tu tía de Portugal le sirve para tal o cual cosa.

No todas las plantas tienen nombres comunes, pero sí un nombre científico que no necesariamente todo el mundo se sabe. Igual como a nuestro alrededor, solo algunas personas tienen ‘apodos’ (el chino,  la flaca, la gorda…) pero todas tienen su nombre y apellido. Y al decir estos ‘apodos’ ya nos puede quedar claro que mucha gente de orígenes diferentes puede compartir su ‘nombre común’.

Es conveniente indicar acá que el nombre científico está compuesto por dos términos escritos en latín, en mayúscula la primera letra del primero, en minúscula la primera letra del segundo y ambos en un tipo de letra diferente al resto para resaltar que es un idioma diferente (por ejemplo: el ‘girasol’ se llama Helianthus annuus en cualquier parte del planeta).

Se escogió el latín pues, además de ser el idioma que usaban los más cultos por allá lejos en 1700 cuando se comenzaron a describir las plantas, es una lengua muerta, es decir, no evoluciona, y si un texto está en japonés, alemán o francés, igual podemos saber de qué planta están hablando.

Hay muchísimos ejemplos de confusiones con nombres comunes por lo que la única manera de saber cuál es la planta, es traerle la muestra a un botánico. Lamentablemente, para una correcta identificación hace falta mucho más que una hoja, una semilla o un pedazo de corteza; generalmente necesitamos la flor… y hay plantas que tardan 40 años en florecer!! (hay plantas que no florecen nunca, pero eso es motivo de otros escritos). El nombre común y el origen geográfico nos pueden dar una idea, pero no podemos afirmar, sin ver la planta, que ‘el toronjil’ es Melissa officinalis o que ‘el toronjil es Lippia alba’. Ambas afirmaciones pueden ser correctas. Tu toronjil no es necesariamente mi toronjil.

Ahora bien, en internet aparecen muchas cosas: verdades y barbaridades, por lo cual no se puede identificar ciegamente por esa vía. A mis estudiantes recomiendo, una vez ubicado el nombre científico, hacer una búsqueda por google académico para encontrar artículos formales y confiables, y dejar el resto solo para ‘tener una idea’.

Arnica montana
A veces, el nombre común que aparece en internet asociado a cierto nombre científico, no necesariamente es el más popular, sino el que apareció primero en la red y de ahí, la gente copió y pegó y se hizo ley. Un caso bastante claro es el ‘árnica’ cuyo uso en tinturas es frecuente contra dolores articulares y hematomas. Si buscan por internet encontrarán que se trata de Arnica montana

Tithonia diversifolia

Acá en Venezuela tenemos ‘árnica’ y crece “como monte” en las orillas de las carreteras, pero la de aquí se llama Tithonia diversifolia. Son de la misma familia (del girasol y la margarita) pero de géneros diferentes. La gente la usa para lo mismo y le ha funcionado pero hay pocos estudios al respecto.

Peumus boldus


Todo esto viene a colación por la pobre planta llamada popular y recientemente ‘acetaminofén’ que en otros lugares del mundo llaman ‘boldo paraguayo’, y por culpa de este otro nombre le están atribuyendo las propiedades tóxicas de Peumus boldus ¡ni parecida!


No he hecho la búsqueda profunda para encontrar en las plantas del género Plectranthus, el principio activo aparentemente responsable de la toxicidad mencionada en estos días (ascaridol), pero en una página bastante confiable (GRIN taxonomy) encontré estas otras. La investigación es lenta. No se pueden conocer los componentes químicos de una planta de la noche a la mañana.

Plantas que contienen ascaridol

























Mi recomendación siempre será: eliminar la creencia de que por ser natural es bueno, de hecho, el veneno de serpiente es natural! Y tener claro que lo que para unas personas es medicinal para otras puede ser tóxico pues todos tenemos sensibilidad diferente a los compuestos químicos.


Para cualquier información adicional puede comunicarse conmigo
a través del correo:  gorsiniv@gmail.com
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lunes, 8 de junio de 2015

El sonado caso del "acetaminofén" - El deber llama

Mi obligación como docente que trabaja en el primer herbario etnobotánico del país (Herbario V.M. Ovalles (MYF)- Facultad de Farmacia, UCV) es emitir mi opinión académica sobre cierto video que menciona una de las plantas presuntamente de mi especialidad. Y luego explicaré por qué digo ‘presuntamente’.

La etnobotánica, en sentido amplio, es el estudio de la relación entre las plantas y el hombre, lo cual, sin pensarlo mucho, se remonta al origen de la humanidad. El uso tradicional de las plantas por comunidades indígenas, principalmente, tiene una validez indudable toda vez que el conocimiento se ha transmitido de generación en generación sin influencias externas. No podemos dudar de algo que les ha sanado por cientos de años. Pero esto ha cambiado notablemente con el incremento en las comunicaciones, vialidad e intercambio cultural.

Por otra parte, también es conocido que gran cantidad de productos farmacéuticos (sintéticos) fueron extraídos por primera vez de alguna planta y en la actualidad, si bien estamos en la búsqueda de nuevos productos naturales de uso terapéutico, es indispensable realizar un estudio toxicológico que acompañe el estudio de la actividad biológica de interés (analgésica, antiinflamatoria, antibacteriana, etc.). Estos estudios (composición química de una planta, actividad biológica y/o toxicología de un extracto, síntesis de un medicamento), luego de la identificación botánica de la planta, equivalen a tesis de licenciatura, maestría o doctorado, lo que significa que requieren un 'mínimo' de dos años.

Está demostrado científicamente que una planta que puede curar también puede matar y la diferencia la puede hacer solamente la dosis. El caso más conocido es el del “pazote” (Chenopodium ambrosioides) tradicionalmente utilizado como antiparasitario y que por tratar de hacerlo más concentrado para que haga efecto más rápido ha provocado la muerte de niños. Otro caso de cuidado es la linaza molida (Linum usitatissimum) que usan para adelgazar: estas semillas en su interior contienen glicósidos cianogénicos que se degradan y liberan cianuro que si bien no es tóxico de manera inmediata, se puede acumular en el organismo. Hay muchísimos casos de intoxicaciones por plantas, incluso unos recientemente atribuidos a la planta que nos ocupa.


Los factores de riesgo de uso de una planta medicinal se resumen en lo siguiente:

1. Las personas otorgan un nombre común –cualquiera, a una planta que alguien le dijo que servía para algo. A otra persona se le parece a una que tiene en su casa y comienza a llamarla de la misma manera y transmite su información a alguien más. Al final puede estarse consumiendo “cualquier cosa” para “cualquier cosa”.

2. Las plantas se parecen! normalmente los yerbateros venden un manojo seco y arrugado imposible de comparar con una planta creciendo en un jardín, por lo cual hay que confiar ciegamente en lo que te venden. Mi recomendación: así como evalúan la credibilidad de un vendedor de amazon o de mercadolibre, deberían evaluar la de los vendedores de hierbas de los mercados.

3. No hay duda de que una planta funcione para un efecto, el problema está en la correcta identificación de la planta y la correcta dosificación: “tres hojitas” de una planta que crece al sol pueden equivaler a sólo una de las que crecen en sombra; “un puño” de un abuelo puede ser el doble del de una tía.

4. Cada persona tiene sensibilidad diferente a los compuestos químicos. Las plantas tienen compuestos químicos. Muchos! A un niño menor de dos años no se le puede dar ni miel porque no la digiere. No tienen el sistema inmunológico lo suficientemente desarrollado para enfrentar todo lo que puede contener una planta. El riesgo es similar en personas adultas. Algunas personas son alérgicas a la penicilina y otros medicamentos sintéticos, así, de la misma manera se puede ser más o menos sensible a una planta o a otra. Todo en exceso hace daño y el mayor problema es que tomamos todo como “moda”, como “panacea” sin estar conscientes de que podemos estarnos envenenando. 

Entonces, cada planta, botánicamente tiene un nombre científico, universal, que permite alertar sobre posibles riesgos al tener parientes (otras plantas parecidas) con componentes tóxicos. Es indispensable contar con la identificación correcta de un botánico especialista (Licenciado en biología, mención Botánica; Ingeniero Agrónomo o Forestal con especialización o Doctorado en Botánica, etc.), para lo cual deben llevar un fragmento representativo de la planta a un herbario. Los nombres comunes son locales, culturales, coyunturales, mientras que los nombres científicos son únicos y universales. Por eso dije antes que la planta en cuestión era 'presuntamente' de las que estudio pues debo verla primero.


Así, desde la ‘chicungunya’ para acá se comenzó a conocer una planta como “acetaminofén”, “ibuprofeno” o “atamel” (y desde otro punto de vista como “insulina”). Al recibir las primeras muestras de la planta viva determiné que se trataba de Plectranthus neochilus (hermana del “orégano orejón”, Plectranthus amboinicus), miembro de la familia Lamiaceae al igual que la menta, la albahaca, el romero y otras especies de interés culinario y medicinal.  En la Facultad de Farmacia de la Universidad Central de Venezuela, y según estoy leyendo ahora en la Universidad Centro-occidental Lisandro Alvarado, se están haciendo los estudios pertinentes para certificar la validez y seguridad del uso de esta planta. Mientras no se tengan claros resultados es irresponsable recomendar ciegamente su uso.

Plectranthus neochilus (Lamiaceae), Foto: Alexis Bermúdez

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